VIAJE SFO-SCL 1974 en Kombi , (primera y segunda parte)

 

Amigos ,comparto con ustedes la experiencia de Juan Pinto, que en el año 74 despues de haber estudiado en la universidad en San Francisco decidio comprar una Kombi y venirse a Chile recorriendo Veinte mil kms. Su travesia fue relatada a la revista Cosas que en la epoca publicó un articulo del que sacamos estas columnas:

 

Veinte mil Kms. para llegar a Chile.

«Al principio yo le daba mucha importancia al dinero, cuenta Juan. Gastaba todo lo que ganaba y me endeudaba sin parar. Me vestía muy bien, vivía en forma lujosa y me compre un Mustang, con el que había soñado toda mi vida». Los norteamericanos viven a la carrera, trabajan para pagar y no se detienen nunca, los créditos y otras facilidades los van envolviendo en un círculo vicioso en el que ganan plata para comprar más y se comprometen tanto que tienen que ganar más plata para poder pagar. «yo fui cambiando, al igual que la juventud norteamericana, mi escala de valores. Creía que solo se podía pasar bien dándose una buena vida, pero después me di cuenta que también hay otras cosas. Vendí el auto, deje los estudios y me fui a vivir a una especie de quinta, a un sitio solitario que tenía un garaje, que arregle como casa.». Confiesa que se dedico a la naturaleza, a podar arboles y a cultivar frutas y verduras en forma experimental. Seguía trabajando en la firma electrónica, pero buscaba otro tipo de diversiones. «Todos mis amigos habían evolucionado de una manera parecida y preferíamos salir a acampar o de pesca».

Compro una liebre (Kombi) Volkswagen vieja, la pinto y la acondiciono para que le sirviera en sus excursiones. Además la idea de volver a Chile ya le daba vueltas por la cabeza. «Ahí si que mis amigos no me comprendieron, recuerda Juan. Allá se hablaba muy mal de Chile, pero yo conversaba con los Chilenos que visitaban Estados Unidos y creía mas en la versión que contaban ellos. Por otra parte el viaje de mi hermana y mi cuñado me recordó lo que era una familia y que yo había menospreciado». Empezó a hacer los trámites para venirse y perdió mucho tiempo en conseguirse las visas de los países por los que tendría que pasar, así es que decidió partir aunque no había logrado la visa de México. Convidó a un gringo que quería conocer Chile, con el que compartió todos los gastos, y a mediados de octubre puso proa a Chile.

Desde San Francisco hasta Santiago de Chile le esperaban veinte mil kilómetros. Pero el esperaba llegar sin contratiempos y haciendo el viaje por tierra, se economizaba los mil ochocientos dólares que costaba el embarque del auto, mas otra cantidad en pasaje. Sin embargo al llegar a la frontera con México empezaron los problemas. No lo dejaron pasar por no tener visa y después de mucho hablar, «tuve que dar un poder al gringo y esperar a que este llegara a Guatemala «. Diez días después le aviso que ya había llegado y que lo esperaba, claro que después de haber sido desvalijado en su paso por México, donde le robaron todo lo que se podía sacar del auto. Juan voló a Guatemala y de ahí siguieron viaje, atravesando El Salvador, honduras, Nicaragua, Costa Rica, y Panamá en una semana.

«Guatemala me pareció muy bonito, muy interesante: la vida es muy barata y hay muchos indios que viven en forma muy rustica. El Salvador es el país con la gente mas agradable, es muy humilde y pobre y nos invitaban a todas partes. Honduras casi no lo conocí, porque el trayecto que se atraviesa es muy corto. En cambio en Nicaragua hicimos una paradilla, internándonos en un bote -que nos prestaron- por un rio en plena selva. Costa Rica es lindísimo, completamente tropical, con carreteras fabulosas, todo verde, con cascadas a la orilla del camino. Al llegar a Panamá se sufre un cambio muy grande, la gente no es amigable, muy pobre y poco asequible: la capital es muy desagradable: mucho juego. En cambio la zona del canal totalmente norteamericana, es diferente, hay un gran contraste entre ambas partes.

Parte 2

Una vez en Panamá empezaron a hacer los trámites para cruzar el canal inmediatamente, “porque una vez en Sudamérica me sentiría como en mi casa.” Los diez primeros días no encontró ni un barco, excepto una línea que le cobrara 550 dólares por hacer el trayecto. Por fin encontraron un barquito que les cobraba 300 dólares y, cuando ya tenían todo listo para el embarque, se declararon en  huelga. Al igual que Juan Pinto, decenas de turistas se quedaron en la estacada y continuaron con los trámites para solucionar el problema. Ya habían pagado el traslado y después de cinco días consiguieron que le devolvieran el dinero. Nuevamente las averiguaciones hasta que se solucionó el conflicto y finalmente pudieron embarcar los vehículos. Pero como habían perdido 22 días en todos los papeleos, Juan voló a Barranquilla, Colombia, donde llega el barco (porque no hay carretera al lado sur del canal de Panamá).

“Pero uno llega a Sudamérica y empiezan los problemas”, declara con desaliento Juan Pinto. El barco se atrasó dos días en su recorrido y tardó otros cinco en sacar el auto de la aduana. “Tuve que comprarme a medio mundo, pero de todos modos- cuando por fin seguí viaje al sur- ya estábamos a  19 de diciembre y solo faltaban dos días para que venciera el plazo fijado por el Gobierno”. La travesía por Colombia fue lenta, porque los caminos son infernales y hay unas cuestas muy peligrosas. “Ecuador es lo que más me gustó del viaje, es muy bonito, con una vegetación exuberante y todo está cultivado hasta sus últimas consecuencias. La llegada a Ecuador fue espectacular, puesto que entré a las siete de la mañana y no había un alma en la frontera. Seguimos viaje como treinta kilómetros, pero decidimos volver para evitarnos problemas. Como a las diez, llegó el aduanero que nos vio las visas y nos dijo que esperáramos hasta el lunes (era sábado), porque no había nadie que revisara el auto. Yo, sin consultarle a nadie, seguí viaje y pude llegar a Perú gracias a mi suerte. Perú, antes y después de Lima, es puro desierto, con unas playas lindísimas. Llegamos a la capital el 24 de diciembre y, mientras hacíamos unos trámites en el centro, conocimos a una peruana que estudiaba en una universidad norteamericana y que nos convidó a pasar con ella la Navidad. Aunque yo había planeado estar en Chile para esa fecha, por lo menos pude pasar la Pascua con una familia muy cariñosa. Luego seguimos viaje a Chile y sólo pudimos entrar a Arica el 27, seis días después de lo previsto.”

Y,  aunque no cambió ni una rueda durante el viaje, la única pana que tuvo fue cerca de Chuquicamata, donde se le cortó la piola del acelerador. Por fin, en casa, todavía no consigue un trabajo definitivo, pero eso no lo amarga tanto. Lo único que lo entristece es no poder traer lo que había comprado con el fruto de su trabajo en Estados Unidos. “Todavía no pierdo las esperanzas de que se haga una excepción con mi caso,” Sus 26 años y la experiencia de haber aprendido a “rascarse con sus propias uñas” son su más segura garantía de que saldrá adelante.

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Pronto la segunda parte…

 

Author: Southbus

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